TESTIMONIOS

“SU PRÓXIMO PASO ERA LA SILLA DE RUEDAS, AHORA BENJAMÍN CAMINA”
Carolina Valdés (74) está casada con Benjamín Hargreaves (76). Cuando a él le diagnosticaron Parkinson, ella fue la encargada de cuidarlo. “Benjamín no caminaba, no podía estar solo, se despertaba 7 veces en la noche”. Con cannabis, el cambio ha sido rotundo.
Hace casi dos años, a Benjamín lo diagnosticaron con Parkinson. Más que movimientos involuntarios, su principal síntoma fue la rigidez. “No se movía mucho, no lo podíamos dejar solo en el sillón porque se caía. Apenas caminaba con burrito”, cuenta Carolina.
“El remedio que le dio el neurólogo le hizo pésimo. Durante la noche, empezó a transpirar mucho. Estaba mojado entero, pensábamos que se moría ahí”. Detuvieron inmediatamente el consumo y junto al neurólogo, probaron con otro, que también le generó complicaciones, no tan graves como el primero, pero que dificultaban la calidad de vida de Benjamín y Carolina.
Debido a los síntomas del Parkinson, Benjamín sufrió una caída que casi le rompe la cadera. Después de eso, quedó con un temor muy grande a caminar, apenas se movía. “Una noche tenía tanto dolor en la espalda que pensamos que eran cálculos. Fuimos al doctor y resultó ser dolor neurálgico, le dieron pregabalina para soportarlo”, recuerda Carolina.
No alcanzó a estar un año con los medicamentos porque le hacían muy mal. “Benjamín estaba cansado y desesperado, pensaba que ya no se podía hacer nada más por él”, cuenta su esposa. Buscando nuevas alternativas de tratamiento, Carolina conversó con una amiga, que también cuidaba a su marido con Parkinson. “Me contó que fue a una charla con una neuróloga que recomendaba cannabis, y que tenía muy buenos resultados”.
Carolina y Benjamín le plantearon a su neurólogo la posibilidad de tratar a Benjamín con cannabis, quien acepta sin dudarlo. El doctor les entregó un certificado diciendo que Benjamín no había respondido bien a los remedios para el Parkinson, y por eso probarían con cannabis medicinal.
“Nos acercamos a Fundación Daya donde nos explicaron de que se trataba el cannabis. Yo no conocía la planta, no sabía cómo usarla. Teníamos cierto temor, pero había que intentarlo porque ya no nos quedaba otra opción. Comenzamos a cultivar al tiro”, recuerda Carolina.
Con la ayuda de su terapeuta y de los cursos de cultivo personal de la Fundación, Carolina comenzó a cultivar 5 plantas. “Yo siempre he sabido de homeopatía y tinturas madres. Fui a tres talleres que da la Fundación para realmente aprender”.
La primera vez que probó el aceite de cannabis, tomó 3 gotitas debajo de la lengua, en la noche. Durmió de las 9 de la noche hasta las 7 de la mañana, de corrido. “Antes de eso, dormía pésimo, muy intranquilo. Se levantaba 7 veces en la noche. Yo estaba muy mal de los nervios, acompañando a Benjamín en la noche. Con mi hija nos turnábamos para ayudarlo”.
A la semana de empezar el tratamiento ya se podían ver los beneficios. Con cannabis dejó la pregabalina, los pañales y el burrito. La calidad de vida mejoró para toda la familia.
“Estoy muy agradecida de la Fundación. Nos cambió la calidad de vida de toda la familia, sobre todo a Benjamín. El próximo paso era la silla de ruedas, íbamos a la clínica 3 veces a la semana. Hoy no hay nada de eso, Benjamín camina hasta 1 kilómetro diario. El otro día salió con sus amigos del colegio hasta las 1 de la mañana.
Ha sido tan lindo llegar aquí, como te acogen, es otra manera de tratarte. Estamos tan agradecidos de la Fundación y la terapia con cannabis”.
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