Katia y su hija Victoria

Cumplimos13 años de vida, 13 años de un camino que lejos de ser fácil ha sido el más duro que nos ha tocado vivir como familia. Julio 2002 llegaste a nuestras vidas y junto contigo la epilepsia, enfermedad ajena que nos deparaba un futuro incierto y angustiante. Un bebé pequeño de días de nacida con crisis diarias y recurrentes. Tan pequeña, indefensa y conectada a tanta máquina y agujas porque sus crisis no se detenían. Pensando con la mayor de la Fe esperábamos que cada hospitalización fuera la última, pero no paramos, crisis mutantes que fueron cambiando con el paso de los años, 1, 2, 3, medicamentos, y todos los que en el mercado existen y ellas no la dejan. Hospitalizaciones, dietas especiales, perderlo todo y volver a empezar una y otra vez porque a pesar de hacerlo, todo las crisis no paran. Y llegó la adolescencia y con ella el mayor temor cumplido, crisis con pérdida de conocimiento, cual muñeca que va caminando y es apagada las crisis la desploman al suelo en un segundo sin previo aviso. Lo que ya habíamos aprendido a soportar y contener como familia nos supera con este nuevo escenario, la vida de mi hija corre peligro cada día cada segundo y nada puedo hacer más que implorar a Dios que como siempre me la cuide.

Y la Fe mueve montañas y Dios escucha.

En enero del 2014 recibo de una amiga el video de Charlotte y mis ojos se llenan de lágrimas y mi corazón de esperanza al ver que aún hay algo más por hacer, y como una madre nunca se da por vencida, comienzo la búsqueda de esta planta milagrosa, la Cannabis, una hierba vetada por mi familia y por mí misma. En esa búsqueda y tras miles de correos a todo el mundo y pensando en dejarlo todo e irnos a vivir a EE.UU, alguien me habla de que había ya un grupo de madres usando aceite en Chile, y me dan el teléfono de una Ana Maria, inmediatamente la contacto me señala nos juntemos cuando yo viaje a Santiago para conversar. En marzo de 2014 este encuentro se concreta y me cuenta la experiencia de las madres y del auto cultivo y sus maravillosos resultados, cuando le pregunto si ella tiene algún pariente con epilepsia o porqué lo hace me dice que sólo porque ha visto el sufrimiento de muchos, por primera vez después de años me encuentro con una persona que me tiende la mano sólo por amor y empatía. Me habla de la Fundación Daya y de todo lo que el aceite está haciendo por miles de enfermos. Me invita a leer e informarme. Cómo padres y ante tantos testimonios no podíamos obviarla, ese mismo mes la elegimos como tratamiento, tomamos el camino, nada fácil, germinar, plantar, cuidar, cultivar, pero todo valió la pena, la esperanza volvió, de 8 crisis visibles bajamos a 3 y volvimos a dormir y a VIVIR sus crisis generalizadas bajaron en un 70% y sus ojos ya no sólo buscaban los míos sino los de muchos más. Sueño con un día poder liberarla de tantos años de fármacos, limpiar su cuerpo, conocerla, que Chile nos permitan usar lo natural y que nos está funcionando y que ella vuelva a ser ella y miles de niños puedan contar en el futuro con un mejor mañana. Yo la elegí, nuestra vida cambió, no la dejaremos