Reconocido como uno de los principales expertos en neurociencia contemplativa, rama que estudia el impacto de la meditación y otras prácticas en el cerebro, Richard Davidson fundó y preside el Centro de Investigación de Mentes Saludables en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde se llevan a cabo investigaciones interdisciplinarias con rigurosidad científica, sobre las cualidades positivas de la mente, como la amabilidad y la compasión.

Doctor en Neuropsicología, investigador en neurociencia afectiva y profesor de Psicología y Psiquiatría en la Universidad de Wisconsin (EE.UU), su investigación actualmente se centra en las bases neuronales de la emoción y los métodos para promover desde la ciencia el florecimiento humano, incluyendo la meditación y las prácticas contemplativas.

Ha cosechado importantes galardones, como el “Premio a la Contribución Científica Distinguida” de parte de la American Psychological Association y en 2006 fue considerado una de las cien personas más influyentes del mundo según la revista Time. Tiene multitud de investigaciones y varios libros publicados.

Davidson partió investigando los sustratos corticales y subcorticales de la emoción y los trastornos afectivos, que incluyen la depresión y la ansiedad, para luego centrarse en el estudio de las emociones positivas como el amor, la ternura y la compasión. Las técnicas utilizadas en sus estudios incluyen experimentos de imágenes en adultos normales y niños pequeños, la electrofisiología cuantitativa, la tomografía por emisión de positrones y la resonancia magnética funcional, para hacer inferencias sobre los patrones de la función cerebral regional.

El trabajo de Richard Davidson se centra en la idea de que, basándose en lo que se sabe sobre la plasticidad del cerebro, uno puede aprender la felicidad y la compasión como habilidades, del mismo modo que uno aprende a tocar un instrumento musical o a practicar algún deporte. En resumen, que es posible entrenar una mente para que sea feliz.

 

Wearing a 128-channel geodesic sensor net, Buddhist monk Matthieu Ricard sits in a soundproof room and talks with Richard J. Davidson (right) before participating in an electroencephalography (EEG) test at the EEG facility in the Waisman Center at the University of Wisconsin-Madison on June 5, 2008. Ricard is a longtime participant in an ongoing research study led by Davidson that monitors a subject's brain waves during various forms of meditation including compassion meditation. Davidson is director of the Waisman Lab for Brain Imaging and Behavior (WLBIB) and the William James and Vilas Professor of Psychology and Psychiatry. ©UW-Madison University Communications 608/262-0067 Photo by: Jeff Miller Date:  06/08    File#:  NIKON D3 digital frame 2849

Mientras investigaba los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y en la ansiedad, durante sus estudios en Harvard, comenzó a practicar meditación y partió a la India a investigar cómo entrenar su mente. “Obviamente mis profesores me dijeron que estaba loco, pero aquel viaje marcó mi futuro”, señaló en entrevista con el diario español La Vanguardia.

Un camino que lo llevó a se pionero en varios ámbitos, demostrando la base neurológica de las emociones, popularizando el concepto de neuroplasticidad, que indica que el cerebro es maleable y pueden crearse en él nuevas conexiones y neuronas, proponiendo que el bienestar mental no es otra cosa que un conjunto de habilidades que pueden ser aprendidas y cultivadas. Además fue pionero en la investigación sistemática de cómo la meditación y otras técnicas contemplativas, impactan positivamente en el cerebro, alcanzando reconocimiento fuera de los ámbitos científicos con sus estudios que monitorean la actividad cerebral de monjes tibetanos.

En su viaje a la India y su práctica meditativa, Davidson señala que descubrió “que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Y cuando desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan sólo dos horas”, señaló en la entrevista con el diario español La Vanguardia, que reproducimos a continuación.

¡En dos horas!

—Hoy podemos medirlo con precisión. Llevamos a meditadores al laboratorio; y antes y después de meditar les tomamos una muestra de sangre para analizar la expresión de los genes.

¿Y la expresión de los genes cambia?

—Sí, y vemos como en las zonas en las que había inflamación o tendencia a ella, esta des­ciende abruptamente. Fueron descubrimientos muy útiles para tratar la depresión. Pero en 1992 conocí al Dalái Lama y mi vida cambió.

“Admiro vuestro trabajo, me dijo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?”.

Psychology professor Richard Davidson (R) shares a laugh with the 14th Dalai Lama of Tibet Tenzin Gyatso (center) and Buddhist monk Geshe Sopa during a tour of the Keck Laboratory for Functional Brain Imaging and Behavior. rain imaging experience at the facility. © UW-Madison University Communications  608/262-0067 Photo by:  Jeff Miller Date:  05/01     File#:   0105-105c-26a

Un enfoque sutil y radicalmente distinto.

—Le hice la promesa al Dalái Lama de que haría todo lo posible para que la amabilidad, la ternura y la compasión estuvieran en el centro de la investigación. Palabras jamás nombradas en ningún estudio científico.

¿Qué ha descubierto?

Que hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento.

¿Y qué tiene que ver eso con el cerebro?

—Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes.

¿Y la ternura?

—Forma parte del circuito de la compasión. Una de las cosas más importantes que he descubierto sobre la amabilidad y la ternura es que se pueden entrenar a cualquier edad. Los estudios nos dicen que estimulando la ternura en niños y adolescentes mejoran sus resultados académicos, su bienestar emocional y su salud.

¿Y cómo se entrena?

—Les hacemos llevar a su mente a una persona próxima a la que aman, revivir una época en la que esta sufrió y cultivar la aspiración de librarla de ese sufrimiento. Luego ampliamos el foco a personas que no les importan y finalmente a aquellas que les irritan. Estos ejercicios reducen sustancialmente el bullying en las escuelas.

De meditar a actuar hay un trecho.

Una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento.

 Ahora quiere implementar en el mundo el programa Healthy minds (Mentes sanas).

—Fue otro de los retos que me lanzó el Dalái Lama, y hemos diseñado una plataforma mundial para diseminarlo. El programa tiene cuatro pilares: la atención; el cuidado y la conexión con los otros; la apreciación de ser una persona saludable (encerrarse en los propios sentimientos y pensamientos es causa de depresión)…

 …Hay que estar abierto y expuesto.

—Sí. Y por último tener un propósito en la vida, algo que está intrínsecamente relacionado con el bienestar. He visto que la base de un cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico, algo que no se había hecho nunca.

¿Cómo se puede aplicar a nivel global?

—A través de distintos sectores: educación, sanidad, gobiernos, empresas internacionales…

 ¿A través de los que han potenciado este mundo oprimido en el que vivimos?

—Tiene razón, por eso soy miembro del consejo del Foro Económico Mundial de Davos, para convencer a los líderes de que hay que hacer accesible lo que sabe la ciencia sobre el bienestar.


RJD

¿Y cómo les convence?

—Mediante pruebas científicas. Les expongo, por ejemplo, una investigación que hemos realizado en distintas culturas: si interactúas con un bebé de seis meses a través de dos marionetas, una que se comporta de forma egoísta y otra amable y generosa, el 99% de los niños prefieren el muñeco cooperativo.

 Cooperación y amabilidad son innatas.

Sí, pero frágiles, si no se cultivan se pierden, por eso yo, que viajo muchísimo (una fuente de estrés), aprovecho los aeropuertos para enviar mentalmente a la gente con la que me cruzo buenos deseos, y eso cambia la calidad de la experiencia. El cerebro del otro lo percibe.

Apenas un segundo para seguir en lo suyo.

—La vida son sólo secuencias de momentos. Si encadenas esas secuencias, la vida cambia.

 El mindfulness es hoy un negocio.

—Cultivar la amabilidad es mucho más efectivo que centrarse en uno mismo. Son circuitos cerebrales distintos. A mí no me interesa la meditación en sí misma sino cómo acceder a los circuitos neuronales para cambiar tu día a día, y sabemos cómo hacerlo.

La entrevista original pueden leerla en este enlace.