“Los tratamientos convencionales para las epilepsias son muy agresivos y dañinos. La cannabis le devolvió la calidad de vida a mi hija”

Florencia y María Jesús son dos mellizas que nacieron prematuras, con poco más de siete meses de gestación. Mientras María Jesús nació absolutamente sana, su hermana Florencia presentó un crecimiento menor, desarrollando numerosas patologías en sus primeros meses de vida.

Uno de los primeros problemas de salud que enfrentó Florencia fue la rotura de un pulmón que la dejó sin oxígeno, desencadenando una lesión cerebral (leucomalacia periventricular). La pequeña sobrevivió a este episodio, perdiendo por completo la movilidad de sus piernas. A los cinco meses de vida la niña presentó sus primeras convulsiones, lo que se tradujo en el diagnóstico de un Síndrome de West. “Sus ojos se fueron a blanco y no tenía control sobre sus brazos”, recuerda su madre Andrea Callejas.

Internada en el Hospital de Niños de Viña del Mar por una semana, los neurólogos le recetaron un tratamiento a base de ACTH – un tratamiento agresivo, debido a los efectos secundarios que ocasiona- más ácido valproico, perdiendo su motricidad. “Florencia quedó como un trapito, perdió todo el desarrollo psicomotor que había adquirido. No reía, no fijaba la mirada, no lloraba. No hacía absolutamente nada”, relata la madre.

Si bien el tratamiento detuvo las convulsiones en Florencia, éstas volvieron a las dos semanas de su hospitalización. A raíz de esta situación, Andrea recordó a una enfermera que le había contado sobre un reportaje televisivo que abordaba las propiedades del cannabis medicinal. De esta manera la madre de Florencia llegó a Fundación Daya en busca de orientación.

racias a su formación como ingeniera  agrónoma,  Andrea poseía un conocimiento  bastante amplio  sobre las propiedades de las  plantas, por lo que no  tuvo mayores  inconvenientes en comenzar con una  terapia en  base a cannabis para su hija. A los siete  meses  Florencia recibió sus primeras dosis de aceite  de  cannabis y a los 15 días ya presentaba una notoria  mejoría.

Con el cannabis está más despierta, se conecta, sonríe, come y tiene apetito. Si bien tiene un retraso en su desarrollo sicomotor, cognitivamente está muy bien. No ha vuelto a hospitalizarse y sólo ha tenido resfríos leves.  Nada de lo esperado en Florencia se ha  presentado”, relata su madre, quien cuenta que en el último  electroencefalograma realizado a su hija, los médicos le informaron que el Síndrome de West prácticamente había desaparecido. Gracias a esto,  Florencia está a la espera de ser dada de alta de  dicha patología.

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En la actualidad Florencia consume ácido  valproico  debido a una epilepsia infantil  detectada al año de vida, cuya dosificación ha ido  disminuyendo a medida que se aumentan la dosis  de gotas de aceite de cannabis.

“Florencia ha evolucionado siempre para bien.  Sinceramente no pensé que iba a estar en  este  contexto con mi hija, tenía una visión bastante  recreacional hacia la planta. Los  tratamientos  convencionales para las epilepsias son muy  agresivos y dañinos.  Florencia tenía que  disfrutar la vida y la cannabis le devolvió  la calidad de  vida”, concluye Andrea.