Desde sus primeros días de vida, Maximiliano León, hoy de tres años de edad, tuvo que lidiar con 13 patologías que lo mantuvieron hospitalizado por largas temporadas.  Entre otras condiciones Maximiliano fue diagnosticado con una hidrocefalia – acumulación de líquido cefalorraquídeo en el cerebro-, una fisura en el paladar y una hernia.

Debido a sus problemas de salud, Maximiliano fue abandonado por su madre biológica y pasó su primer año de vida internado en el Hospital Roberto del Río, donde conoció a su actual mamá, la técnico en enfermería Verónica Morales. “Fue un amor a primera vista”, relata ella.

Verónica obtuvo la tuición legal de Maximiliano cuando éste cumplió un año de edad, la misma época en que el pequeño comenzó a experimentar nuevamente convulsiones producto de una epilepsia secundaria. Una condición que había presentado en sus primeros días de vida, siendo tratado con dos anticonvulsivos: fenobarbital y ácido valproico.

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De regreso al hospital, los médicos le recomendaron a Verónica aumentar las dosis de esos medicamentos. Luego de un año de tratamiento Maximiliano comenzó a presentar crisis más largas de lo habitual. Su madre intentó estabilizarlo con benzodiacepinas, sin resultados favorables, por lo que el niño finalmente quedó hospitalizado, llegando a presentar crisis convulsivas durante dos horas seguidas.

Cansada de ver a su hijo “dopado”, Verónica comenzó a buscar una alternativa a la farmacología tradicional. “Pensaba: ¿cómo no va a existir nada más que los medicamentos convencionales? Una madrugada revisé Facebook y llegué al de Fundación Daya; me encontré con un testimonio y me puse a buscar información inmediatamente sobre el cannabis medicinal”, relata Verónica.

Esa mismIMG-20170411-WA0000a noche la madre de Maximiliano agendó  una  hora en la fundación. Mientras tanto, el pequeño  seguía  internado en el hospital, donde los médicos le    indicaron que de mantenerse los estatus epilépticos  prolongados le administrarían carbamazepina a su    hijo, un anticonvulsivo muy potente.

Luego de asistir a un taller de preparados medicinales  en Fundación Daya, Verónica comenzó a tratar a su  hijo con cannabis medicinal “Las contracciones    involuntarias pararon inmediatamente, sólo con una  dosis del tamaño de un grano de arroz en su lengua”  recuerda.

Con esta experiencia clínica Verónica decidió cambiar  de médico tratante, pues éste desconocía las  propiedades y usos medicinales del cannabis. Por su  parte, la nueva neuróloga comienza a utilizar la resina  de la planta como tratamiento concomitante al ácido v  valproico y el fenobarbital.

Luego de un año de dicho tratamiento, Verónica no le  ha vuelto a administrar benzodiacepinas a  Maximiliano. Por otra parte, el último  electroencefalograma del niño mostró una baja  considerable en su actividad epiléptica “La calidad de  vida de mi hijo mejoró completamente con el  cannabis.  Está más activo y dinámico”, señala  Verónica.

Tras asistir al II Seminario de Cannabis  Medicinal  organizado por Fundación Daya en 2016,  Verónica,  quien sólo trataba a su hijo con CBD,  comenzó a  administrarle una mezcla de 50% CBD y 50% THC. “Entre lo que era Maximiliano hace un año a lo que es hoy, hay una gran diferencia. Los colegas terminaron confiando en las propiedades del cannabis”.

Su mensaje hacia quienes aún desconfían de las propiedades de esta planta o se oponen a su uso, es a dejar la ignorancia de los prejuicios a través de la información seria actualmente disponible. “El cannabis es una planta muy noble. Al final todos los medicamentos están hechos de plantas; existe la necesidad en democratizar el cannabis y ese momento es ahora; por lo mismo doy mi testimonio”, concluye Verónica.