El debate actual acerca de la Ley Cultivo Seguro, radicada en la Comisión de Salud del Senado, permite identificar varios ejes de discusión. Hay dos de ellos que se cruzan y que es necesario despejar. Por una parte, está el tema de la evidencia científica respecto a la efectividad del cannabis, especialmente en un área sensible como es el manejo del dolor. El otro, y de más profundidad, es el referido a la perspectiva clínica desde donde se enfoca la práctica médica y la relación con los pacientes.
Respecto al primer tópico, es bueno establecer no solo la efectividad del cannabis, sino que ver la relación con el uso de fármacos tradicionales. El consumo de medicamentos sigue en aumento, lo que se ve reflejado en un reciente informe del Instituto de Salud Pública (ISP), en el cual se analizó la compra de medicamentos en farmacias durante el primer trimestre de este 2018. El documento reveló que los chilenos y chilenas adquirieron más de 11,6 millones de cajas de medicamentos en ese período. Entre los 20 medicamentos más vendidos, el primero es el antihipertensivo Losartán, seguido por los analgésicos y antiinflamatorios Paracetamol, Ibuprofeno, Migranol y Ketorolaco. Del total de los fármacos más vendidos, si se agrupan por tipo, el 58% corresponde a antiinflamatorios y analgésicos.
En los últimos 10 años existen más de 19.000 estudios de los cannabinoides y sus posibles efectos sobre el dolor, dato extraído en una sola búsqueda en PubMed, dejando de manifiesto el gran interés que ha generado el tema durante la última década1. De estos estudios, varias revisiones sistemáticas de países como EE.UU y Alemania, han concluido que los cannabinoides disponibles tienen un rol analgésico modestamente eficaz, seguro y controlable en el tiempo. Así, se presenta como una opción terapéutica razonable en el tratamiento del dolor crónico no oncológico en pacientes que no presentan respuesta a los fármacos habituales. Es relevante también destacar que, en los países donde se ejecutan programas de cannabis medicinal, disminuye la ingesta de analgésicos y benzodiazepinas entre otros medicamentos2.
En cuanto a la perspectiva con que se da la relación médico/paciente, es bueno reconocer que, con el avance de las ciencias de la salud, es cada vez más frecuente el término “medicina personalizada” o “de precisión”. Al respecto, el Dr. Claude Bernard señaló “la excesiva complejidad de los procesos fisiológicos y organismos donde se observan, impone el respeto a la idea de que no hay dos pacientes iguales”. El hallazgo de nuevos biomarcadores genéticos de susceptibilidad y respuesta a medicamentos, pone a disposición de los profesionales de la salud herramientas para tomar decisiones informadas respecto al mejor tratamiento en un paciente determinado, posologías adecuadas, evitar reacciones adversas y desarrollar nuevas drogas según el perfil genético-metabólico de los pacientes3.
Hoy tenemos la oportunidad de empoderarnos a partir de este concepto de medicina personalizada, partiendo desde el cultivo personal de cannabis, siempre con la correcta asesoría y seguimiento. Si bien puede parecer una contradicción desde lo hipertecnológico, se puede destacar el estudio realizado por el Dr. Dustin Sulak que evidencia la eficacia y seguridad de los preparados artesanales para el manejo, en este caso, de las convulsiones desde el cultivo personal4. Esto nos debería orientar hacia generar los mecanismos para que los usuarios puedan realizar sus propios extractos de manera segura, entregándoles la posibilidad de medir los cannabinoides y terpenos, para así asegurar el mejor tratamiento para cada paciente y darles la seguridad de continuidad con los mismos.
En Chile, en el actual estado del arte, si bien la Ley 20.000 despenaliza el “uso personal y exclusivo próximo en el tiempo” del cannabis, mantiene abierta la opción de que se persiga judicial y penalmente a quien cultive, invirtiendo la carga de la prueba. Es decir, quien planta cannabis medicinal, puede sufrir la incautación de sus cultivos, bajo la acusación de microtráfico, teniendo que demostrar luego su inocencia. En ese sentido, el apoyo a la Ley Cultivo Seguro es clave para así no seguir criminalizando a las y los usuarios que eligen este camino, porque cuando a un paciente lo detienen y le confiscan sus plantas, lo orillan hacia el mercado negro, violando sus derechos humanos y privándolo de un producto que es central en su bienestar actual. Lograr la aprobación de la Ley Cultivo Seguro en el Senado es clave para asegurar la calidad de vida de miles de pacientes. El cannabis es, sin duda, una planta que le está cambiando para bien la vida a personas en todo el país. No dejemos que el prejuicio les prive del alivio que ya obtienen con sus cultivos personales.
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