TESTIMONIOS

“Antes tenía angustia, no me quería levantar de la cama. Con cannabis no tengo ningún síntoma”
“La verdad es que fue muy humillante ver a carabineros buscándome a mi, en mi casa, porque yo trato de seguir viva. Yo le decía entienda señor carabinero, que si usted se lleva mis plantas, usted me mata. Es lo mismo que si pusiera una pistola en la cabeza y me disparara”. A continuación su testimonio.
Tegualda Inostroza tiene 57 años y fue diagnosticada con depresión a los 17. Ha sido un camino difícil, porque “antes no se hablaba de estas cosas, estaba enferma y no sabía qué era o por qué”. Después de un intento de suicidio y una reacción por abstinencia a los fármacos, Tegualda encontró el cannabis.A los 17 años a le diagnosticaron depresión, “se supone que endógena o genética pero nunca me lo aseguraron o confirmaron”, relata.
Tegualda vivía en un pueblo cerca de Talca, donde no se hablaba de depresión. A los 20 años tuvo un intento de suicidio, estando 15 días en coma. “ Encontré un psiquiatra y me puse en tratamiento. En esa época, no era tratado por el plan auge, había que pagar todo particular. Me acuerdo que un remedio que era para emergencias, costaba 80.000 hace 15 años, y traía 20 pastillas. Para tratarme yo gastaba medio millón de pesos mensualmente”, recuerda.
Así estuvo tomando fármacos hasta que hace un par de años, desarrolló una intolerancia a los medicamentos generando un síndrome de abstinencia. “No se imaginan lo que es una mujer mayor, profesional, sentirse y verse igual que un alcohólico, que espera afuera de la cantina a que abran para poder tomarse un trago. Tiritaba, temblaba, sudaba, no sabía qué me pasaba. Pensé que me iba a morir”.
La posibilidad de quedarse hospitalizada con medicamentos a la vena la asustó. Tenía que existir otra opción. Gente cercana le recomendó que probara con cannabis. “La primera vez fue revolucionario, después de tres días sin comer, se me relajó el estómago. Pude tomar un té y comer pan con mermelada”, cuenta.
Viendo los efectos positivos de inmediato, buscó en internet y encontró a Fundación Daya. “Un miércoles me enteré que existían, al viernes ya me había atendido con un terapeuta y había participado del taller de autocultivo”. Esto fue hace más de un año.
Antes Tegualda tomaba verafaxina, certralina y clonazepam al desayuno. Al medio día, cinco pastillas más y en la noche clonazepam y risperidona, llegando a un total de doce pastillas diarias. Hoy sólo se trata con cannabis, teniendo todos los síntomas controlados.
Cannabis y familia
“Un día fui a ver a mi mamá y la vi muy mal. Ella tiene esclerosis múltiple, con movilidad reducida y mucho dolor de huesos. Le pregunté si confiaba en mí y le pase el vaporizador.
Estábamos sentadas y se paró. ¡Empezó a bailar tango! Mi mamá de 85 años que no se podía mover de dolor y que usaba pañales.
Ella hoy toma un macerado de cannabis y no siente ningún dolor. Pertenece a cuatro centros comunitarios, se va de paseo con las amigas.
Llegada de carabineros
Tegualda vive en Pirque, conoce a todos sus vecinos, quienes saben que tiene plantas de cannabis para tratar su depresión. El día después de haber tenido un problema con una vecina, llegó el OS7 a su casa.
“La verdad es que fue muy humillante ver a carabineros buscándome a mi, en mi casa, porque yo trato de seguir viva. Yo le decía entienda señor carabinero, que si usted se lleva mis plantas, usted me mata. Es lo mismo que si pusiera una pistola en la cabeza y me disparara.
Tener que rogar y que se te caigan las lágrimas de impotencia, de rabia, de vergüenza y humillación. ¿Cuál es mi delito, querer seguir viviendo? ¿Por qué me condenan a muerte? Eso sentí cuando fueron a mi casa”, cuenta con lágrimas en sus ojos.
Después de una conversación con carabineros, mostrando la carpeta con su diagnóstico y plantas rotuladas, no hubo mayores problemas.
“Agradezco el equipo humano de Fundación Daya, que me apoyaron conversando con los carabineros. Sigo con mis plantas, teniendo la medicina para mi y mi mamá. Antes tenía angustia, mucha tristeza, no dejaba de llorar, no me quería levantar de la cama. Ahora no tengo ningún síntoma”.
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